Articulo de Ansgar Seyfferth publicado en El Huffington Post
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"España es el tercer país del mundo que más consume sexo de pago, después de Tailandia y Costa Rica." Es el rotundo titular que dejó la reciente visita de Mabel Lozano al programa de televisión Un tiempo Nuevo de Cuatro con motivo del estreno de su último documental Chicas Nuevas 24 horas sobre la lacra de la prostitución y la trata de personas. Coincide con afirmaciones de otros medios españoles a lo largo de los últimos años, aunque el segundo país no sería Costa Rica sino Puerto Rico (que en realidad no es un país soberano sino un territorio asociado a los Estados Unidos). Pero al margen de esta confusión y la gravedad del fondo de la cuestión, se plantea la duda de cómo se mide el consumo de algo tan opaco como el sexo de pago, y si disponemos de datos fiables de todos los países del mundo para una afirmación así.
Parece basarse en datos del informe Trata de personas hacia Europa con fines de explotación sexual de la ONU, que la Asociación de Prevención, Reinserción y Atención a la Mujer Prostituída (APRAMP) incluyó en 2011 en su guía sobre la trata con fines de explotación sexual, dando porcentajes de consumidores de prostitución -tasas de hombres adultos que afirman haber pagado por mantener relaciones sexuales al menos una vez en la vida- para Tailandia (73%), Puerto Rico (61%), España (39%), Suiza (19%), Austria (15%), Países Bajos (14%) y Suecia (13%). Sin entrar de momento en estos números, podemos constatar que España sería el tercero de estos siete países, pero sin base alguna para concluir que sea el tercero del mundo entero. De hecho, si por ejemplo, el único dato facilitado de Asia es de un 73%, parece temerario dar por hecho que todos los demás países asiáticos se sitúen por debajo del 39% atribuido a España.
¿Pero de dónde procede esta cifra tan chocante -2 de cada 5 hombres- para España que se cita frecuentemente, hasta en la Wikipedia y en la prensa extranjera? Se remonta a un estudio con una muestra reducida (de 409 hombres, con el correspondiente margen de error elevado) de 1990 (cuando la mitad de la población actual española no había nacido o era menor de edad) que no parece estar localizable en Internet, pero que se cita en varios otros estudios. Otro de sus resultados, mucho menos difundido, es que 1 de cada 10 encuestados (un 9,9%) afirmó haber pagado por sexo en los últimos doce meses, lo cual parece un indicador más apropiado para el consumo de la prostitución, ya que estima la tasa de los hombres que pagan por sexo con una cierta regularidad, al menos una vez al año. Los demás -según estos datos, la mayoría- serían clientes muy ocasionales, lo cual es igualmente reprobable pero no contribuye de manera demasiada relevante al consumo de la prostitución: muchos de ellos posiblemente solo habrían pagado una vez, por ejemplo, por su primera experiencia sexual.
Pero lo realmente curioso es que el mencionado informe de la ONU, después de dar los porcentajes indicados arriba para los siete países de los que se hizo eco APRAMP, facilita otros datos para España que incomprensiblemente fueron omitidos en la guía de APRAMP, a pesar de que son mucho más recientes, más detallados y obtenidos sobre una muestra mucho más grande que el sondeo de 1990: se trata de un estudio del Instituto de Salud Carlos III de Madrid y de otros organismos españoles, basado en entrevistas de 5.153 hombres de entre 18 y 49 años residentes en España realizadas en 2003:
Aproximadamente 1 de cada 4 declaró haber pagado al menos un vez en su vida para mantener relaciones heterosexuales (25,4%, ya mucho más cerca de este 19% de Suiza citado).
Aproximadamente la mitad de ellos (13,3% del total) lo había hecho en los últimos 5 años.
Una minoría de estos últimos también había pagado en los últimos 12 meses: un 5,7% del total, más cerca del 5,3% que un sondeo en varios países europeos de finales de los años 90 dio para Grecia (el siguiente valor más elevado publicado en los países más desarrollados). La ONU cita en el mencionado informe estimaciones para esta tasa de entre el 10 y el 15% para África y de entre el 5 y el 7% para América Latina y Asia (si bien en este último caso también hay fuentes que dan cifras muy superiores). Estos datos colocarían a España tristemente a la cabeza en el consumo de la prostitución dentro de los países más desarrollado, pero no entre los primeros puestos del mundo entero. Y hay que tener en cuenta que el mencionado estudio español indica que los hombres nacidos fuera de España hasta tienden a recurrir más a la prostitución que los nacidos en España. Con todo ello no se pretende en absoluto desdramatizar o relativizar el problema en España, sino aclarar que no hay base alguna para suponer que en casi todos los demás países del mundo el problema sea menor, que es lo que implica el titular citado al inicio. Por otro lado, igual de importante que conocer los datos es ser consciente de la incertidumbre asociada a los mismos. Y en este caso, conviene tomárselos más bien como orientativos, y no pretender establecer por ejemplo un riguroso ranking de países por consumo de prostitución. No hay que olvidar que estos datos proceden de encuestas, lo cual, como vimos en un reciente artículo cuya lectura recomiendo encarecidamente, tiene una serie de implicaciones: En primer lugar, por muy riguroso que sea el estudio y por mucho que la encuesta sea anónima, al tratarse de un asunto un tanto delicado no podemos descartar que algunos encuestados tengan reparos en reconocer el pago por sexo, de modo que nuestros resultados podrían suponer una subestimación de la verdadera tasa de consumidores de prostitución, lo que se conoce como efecto de deseabilidad social. El mencionado sondeo europeo de finales de los años noventa nos proporciona un buen ejemplo, ya que de los encuestados en Alemania apenas nadie declaró haber pagado por sexo en los últimos doce meses (0,0%), lo cual no parece muy compatible con otros datos y estimaciones. Un factor clave es también la muestra, es decir el grupo de personas que es entrevistado. Del número de personas depende el margen de error, que en una muestra tan reducida como la del estudio español de 1990 asciende a varios puntos porcentuales. Todo ello, asumiendo un procedimiento adecuado de selección de la muestra que nos permita considerarla como aproximadamente representativa para la población de estudio (como por ejemplo los hombres adultos de un país). Pero eso puede ser uno de los aspectos más complicados de un estudio y las limitaciones presupuestarias pueden obligar a un enfoque más pragmático, como seleccionar la muestra entre aquellas personas que se tiene más al alcance, lo cual puede introducir un sesgo, que a diferencia del margen de error de una muestra representativa no se reduce por mucho que se incremente el tamaño de la muestra. También conviene tener cuidado a la hora de comparar datos procedentes de diferentes estudios:
Para no comparar peras con manzanas tenemos que tener muy claro que las tasas de consumidores se refieren al mismo horizonte temporal (haber pagado al menos una vez en la vida, haber pagado en los últimos doce meses, etc.), porque, como hemos visto, varían drásticamente en función de ello. Conviene desconfiar ante porcentajes que se dan sin este imprescindible contexto.
Hay que verificar que las poblaciones de estudio son equivalentes, concretamente la franja de edad de los hombres incluidos en el estudio, porque el consumo de prostitución puede depender de la edad. De hecho según el estudio español del 2008 tiende a aumentar con ella. También hay casos donde la población de estudio no son los hombres de un país entero, sino los de un colectivo profesional, de un determinado hábitat, etc.
La magnitud del efecto de deseabilidad social descrito anteriormente puede variar mucho de un estudio a otro (dependiendo de la cultura de cada país y cómo de mal visto está la prostitución, del contexto en el que se hace la pregunta, de si se contesta a un entrevistador o si se rellena un papel, etc.).Conclusión: contrastemos datos y fuentes y desarrollemos un sano escepticismo ante datos descontextualizados o sin fuente, posibles sesgos y comparativas distorsionadas.
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